Encontré a Otto en un mini mercado, a unas cuadras de mi trabajo. Se dejó cargar muy fácilmente, creo que por miedo y/o por hambre. Lo llevé a la oficina y muchos compañeros querían jugar con él (laboro en una empresa donde también aman los animales y son muy permisivos con esta causa). Al mediodía lo llevé a una veterinaria de confianza. Por la tarde, después de hacerle los exámenes necesarios, lo pusieron en una pequeña gatera en la sala de espera del centro veterinario y le pusimos un letrero pequeño que decía: busco hogar. Honestamente no me tomó mucho tiempo encontrárselo. Lo llamé el «gatico negro de la buena suerte» y no me equivoqué porque meses después, la persona que lo adoptó me dijo que «Otto la había unido mucho con sus hermanos y viceversa». Hoy Otto Peloto vive en Cartagena, tiene una hermanita llamada Tiara y una familia de verdad.